o el diario abierto de una 'groupi'
El escritor César Aira en Chile, 2001.
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Tuve la suerte de conocer al que hasta el momento considero mi escritor favorito,
César Aira (Coronel Pringles, Argentina, 1949), digo suerte, porque además de poder estar de frente a alguien que admiras su trabajo, resultó ser un hombre timidísimo, dulce y generoso con su tiempo. Antes de conocerle personalmente, me había atrevido en algún momento escribirle una carta a través de mi amigo, el escritor
Ednodio Quintero. Creo que intercambiamos unas pocas. Luego, nos conocimos en una Bienal de Literatura en
Mérida, Venezuela, y en ese encuentro de breves días pude disfrutar de algún paseo, un café y de una conversación relajada, mientras buscaba para él con vehemencia, entre las pastelerías de Mérida, una mousse de parchita (maracuyá), postre que considero una delicadeza suprema y no recuerdo por qué razón era tan urgente para mí dárselo a probar, cosas de
groupis, supongo.
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Aira, sigue apareciendo en las contratapas de los libros o en los diarios como
“El secreto mejor guardado de la Argentina” y es extraño porque en cierta manera, diez años después de que yo leyera eso, sigue siendo cierto. En la prensa aparece una y otra vez al presentarlo, algún comentario de su ars narrativa singular, lo que él ha descrito como "
la huida hacia delante", en donde la corrección está olvidada en su forma convencional, cualquier “disparate” que se escriba tendrá que ser justificado (corregido) en las páginas siguientes, una espiral vertiginosa que niega del verosímil y que da paso a historias rocambolescas.
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Me faltan por leer unas cinco novelas de sus más de 50 publicadas. Es difícil seguirle el rastro, pero le aflora a uno, forzosamente, ese espíritu de coleccionista que recompensa con el gozo de encontrarnos ante algún libro que se nos había escapado. El más reciente, editado en España,
"Las aventuras de Barbaverde" por Mondadori (y lamento su fallida tapa, para ser una editorial como ésta), son el resultado de cuatro novelas cortas que Aira había concebido como un proyecto para escribir hasta el fin de sus días, una serie indefinida de novelas con referencias al cómic, en las que el Bien y el Mal estuvieran representados por "el superhéroe y su archienemigo", y en la que la vida real estuviera reflejada por dos jóvenes: un periodista y una artista plástica.
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Disfruto siempre, con impudicia, los constantes pasajes que se me revelan autobiográficos, no exentos de humor, por lo que voy a citar algunos referidos a su forma narrativa en esta novela.
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Habla un archienemigo de Barbaverde:
Los fracasos no hacían más que incentivar su ingenio. Al fracaso lo neutralizaba con el consabido “podría haberlo hecho mejor”… y como sus planes siempre eran barrocos, vistosos, deliberadamente fantásticos… se presentaban de modo inmejorable a la superación. (Pág. 177)
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…en las invenciones rocambolescas que se le habían ocurrido tenía una gran libertad, toda la que podía pedir. Pero era una huida, o una postergación si efectos permanentes… Y la práctica de la “libertad” que estaba adquiriendo podría ser contraproducente (estaba seguro de que lo era). Temía no poder acostumbrarse a pensar lo que decía. A medirse, a ser conciso, serio, etcétera. (Pág. 172-173)
. Ednodio Quintero y César Aira en Chile, 2001.
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Un compañero de redacción le dice al joven periodista:
vos escribís para reírte de todo el mundo, no te importa nada, sos un postmoderno… tenés garra, lástima que no sepas escribir… ¿a quién le importa? Mañana se publica, pasado mañana se lo llevan los cartoneros y todos se olvidaron. Hay impunidad ¿no? (Pág. 177)
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Guardo para mí, lo que considero autorretratos de Aira al describir a algunos de de sus personajes, por ser esto demasiado especulativo y personal. En una entrevista reciente, confiesa:
"Con frecuencia he pensado que mis novelas son el diario íntimo de mi vida, mi dietario, porque las voy improvisando día a día, con las cosas que me suceden". A lo que agrega
"En mis libros hay un poco de Superman y un poco de Lautréamont”.
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Mis gustos tienden a estar en esa categoría lejana al intermedio, es decir, que suele coincidir con aquellos autores que a la gente le gusta o rechaza, pero nunca un “me gusta algo” y sus lectores formamos algo así como una comunidad cercana a los fanáticos del
manga o de
La Guerra de las galaxias.
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Por mucho tiempo Aira ha vivido de la traducción de Best Sellers, por lo que conoce muy bien su maquinaria y lo que sus lectores esperan de ésta:
"si un lector -subraya-
percibiera algún rasgo de ironía, la dejaría inmediatamente... Ésa es la razón de que mis libros fracasen totalmente... pero ya estoy resignado a eso”.
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Entre sus novelas, sigo amando, especialmente, a
Cómo me hice monja,
Emma la Cautiva,
El bautismo y
Congreso de literatura. Me gusta esa tendencia de Aira a que lo publiquen también pequeñas editoriales, son bellas y cuidadas, especialmente las de
Beatriz Viterbo Editora, que sigo conservando en esta biblioteca mermada por las mudanzas, pero cualquiera que me conozca, sabe que he traído conmigo, todos los libros de Aira.
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César Aira en la ciudad de Cumaná, Venezuela, 2002.
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Imágenes de César Aira: © Ednodio Quintero
Tapa del libro: © Random House Mondadori
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