sábado, 12 de abril de 2008

Una escritora en la corte

Murasaki Shikibu, escribiendo.

Hace más de mil años, Murasaki Shikibu (Japón, 973-1080?), una mujer de la corte Heian, escribió, la que está considerada la primera novela psicológica y una de las novelas más antiguas del mundo: La historia de Genji. La autora, quien ya su fama de narradora se había extendido al enviudar, se puso bajo las órdenes de la emperatriz Akiko en el año 1006. Se desconocen muchos datos ardedor de Murasaki y su obra, pero ya en 1007 o 1008 esta novela existía como tal, según testimonio de su diario. Pero es en 1925 cuando occidente descubre, entre el asombro y la admiración, esta narración que abarca 54 capítulos. En la historia de la literatura se le considera a la altura de clásicos como los de Homero, Cervantes, Shakespeare o Proust. En Japón, desde el año 1114 ya era popular esta historia, y debido a la belleza de los poemas que se encuentran cada tanto entre sus páginas, fue recomendada su lectura y estudio a todos aquellos que aspiraran a escribir poesía. Su estilo es calificado de brillante, y más allá de la riqueza anecdótica e histórica que recogen sus páginas, se puede ver, a través de su héroe -el impetuoso y enamoradizo Genji- la visión femenina, evidenciándose sentimientos, aspiraciones y el lugar de las mismas dentro de dicha sociedad. La exquisita editorial Atalanta (Girona), en 2006, publicó una estupenda edición, enjundiosa traducción de la versión inglesa de Royall Tyler, sin duda, una de las más respetadas. En el prólogo Tyler aclara el contexto y época en donde se escribe esta novela, en donde los hombres se dedicaban a escribir poemas, puesto que veían a la ficción como un oficio que estaba muy por debajo de la poesía, y por lo tanto, de los hombres.

Aún así, la historia de Genji llegó a ser admirada y reconocida, y más aún, defendida por algunos hombres. La narración entonces fue hecha para ser leída a las grandes señoras y damas, lo que permite a la autora regodearse en la trama y sus detalles, sin ninguna prisa.
Las descripciones son tan sugerentes como hermosas, como la que aparece en el capítulo 4, en la que el libertino Genji, desde su habitación junto a su amada, escucha ruidos y a la vez sonidos evocadores: El sonido de las níveas túnicas golpeadas en la plataforma de abatanar le llegaba de todas partes, y los gansos silvestres graznaban en el cielo. Estos y muchos sonidos le producían una emoción dolorosamente aguda. Abrió la cercana puerta corredera, y juntos contemplaron el exterior. En el minúsculo jardín había un bonito macizo de bambúes, sobre los que el rocío brillaba con tanta intensidad como por doquier. Insectos de toda clase cantaban, y para Genji, que raras veces oía ni siquiera un grillo en la pared, aquel concierto de gritos casi en sus oídos era una singular novedad… Igualmente, son deliciosos los intercambios de cartas que suelen entablarse entre los amantes, diálogos a través de la metáfora en forma de poesía. En el Cap. 31, el héroe corteja a una mujer casada, ella, que le corresponde, le envía un poema en el que demuestra su deso de verle, dejándole saber, además, que está al tanto de sus otras aventuras: Envíame con la brisa, te lo ruego, un hálito de aroma,
[aunque mi propio perfume sea allí indigno entre las flores de otras ramas.

Es un libro para leerlo como en la corte, un capítulo en una tarde, luego en otra, paladearlo sin apuros, al fin y al cabo han pasado más de mil años, para que lo leyéramos. Links: http://www.taleofgenji.org http://www.noveladegenji.com Imagen de Hiroshige: Edit. Taschen, Hiroshige. One Hundred Famous Views of Edo, 2008.

A la izquierda, pintura del artista japonés Hiroshige .

1 comentario:

  1. Recuerdo bien el día en que este libro entró en tu vida, una tarde calurosa en el parque del Retiro. Anoto para mi próxima placentera lectura.

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