sábado, 27 de junio de 2009

Una vueltecita por el cementerio

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...Tal como comenté en mi post anterior, quizá por ahora lo mejor son alguna que otra crónica de mis recientes viajes. Para terminar con París, quisiera recrear mi paseo por el cementerio de Montparnasse. Llegar ahí fue una elección azarosa, ya que los cementerios no están en el primer orden del turismo que yo concibo, pero ante tantas historias escuchadas, acerca de éste y el del Père-Lachaise, en donde reposan los restos del mítico Jim Morrison o el grandísimo Balzac. El día estaba levemente nublado pero insistía en salir el sol, paseo por Montparnasse sin casi mirar el mapa. Al fin llego al cementerio; me equivoco al entrar y no coger un mapa para ver en dónde están enterradas cada una de las celebridades, así que invierto demasiado tiempo en encontrarlas, hasta que me hago con uno. Pero antes me tropiezo con una llamativa tumba, en el que hay fotogramas en blanco y negro, y rostros de muchos actores. Allí reposa Henri Langlois, quien fuera fundador de la cinemateca francesa, considerada como la más importante del mundo. Langlois fue un verdadero luchador por preservar todas aquellas cintas que contenían películas, que el hombre había producido, independientemente de su calidad, dejándole al tiempo, que diera la última palabra, ¡vaya sabio! La primera de las célebres, me dieron la pista una joven pareja allí apostada, la tumba del poeta maldito, Charles Baudelaire. Quise cerrar este pequeño homenaje de ir a visitarles recordando un poco parte de su creación.

 
Perfume exótico 
Cuando, los dos ojos cerrados, en una cálida tarde otoñal, Y respiro el aroma de tu cálido seno Ante mí se perfilan felices litorales Que deslumbran los fuegos de un implacable sol. Una isla perezosa donde la naturaleza Produce árboles únicos y frutos sabrosísimos, Hombres que ostentan cuerpos ágiles y delgados Y mujeres con ojos donde pinta el asombro. Guiado por tu aroma hacia mágicos climas Veo un puerto colmado de velas y de mástiles Todavía fatigados del oleaje marino, Mientras el tamarindo el ligero perfume, Que circula en el aire y mi nariz dilata, En mi alma se mezcla al canto marinero.
Las Flores del Mal Traducción Antonio Martínez Sarrión Leer Las Flores del Mal

 
Sigo mi exploración y me encuentro con la tumba del escultor español Baltasar Lobo. Una hermosa figura, hecha por el artista, reposa con un gesto de dolor profundo, que se deja adivinar por el peso del cuerpo, en el que le es imposible levantar la cabeza.



Casi al lado, en la misma calle, está enterrado uno de los padres del Dadaísmo, el poeta Tristan Tzara. En su tumba, como la de casi todos los poetas, descansan piedritas, notas, algún anillo y tristemente una colilla... Dejo dos fragmentos que se pueden leer completos en la web A media voz.
   
Inscripción sobre un sepulcro  
Y hoy, cuando mi alma quiere perderse en la noche, solamente tu recuerdo lo detiene con invisibles dedos de fantasma.  

La canción del la novia  
Te he encerrado yo también en la noche del cementerio donde vuelan pájaros de hierro frágil amor arrancado en silencio de una lápida de una azucena tímida los árboles son crisantemos de hielo y tú te has helado en el cielo al lado de una bella oración. 
Ambas versiones: Darien Novácenau 




Una tumba que tenía curiosidad por visitar, es el del grande Serge Gainsburg. Tickets de metro, un vaso con algún aguardiente, piedritas, flores, ¿una col? y retratos del cantante dibujados por un fan amateur. Sin duda, cuando pienso en lo francés, aparte del foie gras, quesos y vinos, me viene a la cabeza Gainsburg o Jacques Brel. Aquí os dejo un vídeo en el que es aún jovencísimo, con mi canción preferida:

Le poinçonneur des Lilas

 No deja de asombrar alguna que otra tumba en la que reposa alguna curiosa y hermosa escultura, que intenta escapar de lo tétrico, lo usual o lo solemne, como estas:





 
 



  Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir descansan juntos en una pulcra tumba: hay rosas y notas, como si esperasen, dichos penitentes, que éstos salieran a leerlas, curioso gesto. Casi a punto de la extenuación, encuentro con la ayuda de un trabajador del cementerio, la tumba del Cronopio mayor, Julio Cortázar. Casi como si fuera el sepulcro de un niño, una carita juguetona -¿un cronopio? se esculpe en el mármol, en el que le acompaña los restos de última esposa, Carol Dunlop, que murió 2 años antes que él. Leer el cuento breve: Continuidad de los parques en Literatura org. Ya llevo casi dos horas dando vueltas, estoy cansada, y no niego que a veces me da un poco de aprensión caminar rodeada de tantas tumbas, pero no quería irme sin visitar la del gran poeta peruano César Vallejo. Fue un poco difícil encontrarla, y para mí, peor, ¡tener que pasar por el filo de dos tumbas para poder acceder a ella! Pero cumplí mi misión: flores, postales y piedras escritas sobre su tumba.



Les dejo un poema: .
   
Piedra negra sobre una piedra blanca  
Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París -y no me corro- tal vez un jueves, como es hoy de otoño. Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, con todo mi camino, a verme solo. César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada, le daban duro con un palo y duro también con una soga, son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos.

Parte del recorrido me acompañaron a distancia dos señoras mayores, que curiosamente, abrían cada uno de los contenedores verdes de basura del cementerio. Me preguntaba ¿qué buscan? posiblemente, algún ingrediente para un rito de brujería, o más mundano, un fajo de billetes que alguna mafia les habría depositado... cosas de cementerios.


En memoria de todos los grandes artitas que reposan en Montparnasse.
 
Todas las imágenes: © Claudia Hernández Fe de erratas: no sé cómo hacer la tilde francesa en mi ordenador, así que Pere-Lachaise, en la primera "e" lo lleva.

domingo, 21 de junio de 2009

París, bella como la Victoria de Samotracia

No he parado en casa, lo sé. Entre estudiar y viajar se me ha pasado los últimos meses. Siento haber abandonado el blog tanto tiempo, pero intentaré retomarlo aunque las vacaciones estén, nuevamente a la vuelta de la esquina. Quizá entonces sea lo mejor una pequeña crónica de algún viaje...
Escultura de Osiris, 330-332. © Louvre
Mi último aterrizaje ha sido de la bella París. Ciudad que no me cansaría nunca de visitar, porque siempre da para mucho, como por ejemplo, recorrer alguna sala del Louvre con calma, y quedarse extasiado en las maravillas que en ellas aguardan, desde panes del antiguo Egipto, que uno no sabe como es posible haberse conservado entre tantos miles de años, disfrutarlo aún a costa de esquivar a los otros turistas que se empeñan en fotografiarse al lado de un sarcófago de algún noble, amigo de un faraón, olvidando (o ignorando), casi todos, que los flashes de las cámaras son terriblemente dañinos para todo aquello que sea pintura... en fin, sé que la paso mal en ese aspecto... siento mucho los bestia que podemos ser y el empeño que ponemos en dañar lo que se pueda. Y ya pasando de la queja, vuelvo a los motivos que me harían una y otra vez volver al Louvre, a pesar de tanto tesoro, y es ver a la Victoria de Samotracia. No olvidaré la primera vez que la vi, no deja de sorprender, cómo a través de la dureza de la piedra podemos apreciar la transparencia de la tela, el movimiento de los pliegues del vestido, y el efecto de la brisa en toda la escultura, lo cual le quita la gravidez de la piedra y podemos pensar en un cuerpo realmente humano. Aunque Marinetti en su Manifiesto Futurista quiso, supongo que provocar, al afirmar que un auto es más bello que la Victoria de Samotracia, lo que sí se me antoja comparar es a la belleza de dicha escultura con la bella París. (arriba a la izquierda, peine griego del siglo V) © Louvre Da igual que las alas sean producto de una restauración, ciertamente no es lo que más asombra de dicha escultura... no me cansaré nunca de verla, aunque cientos de visitantes, al igual que yo, se agolpen para verla, aunque para muchos sea simplemente parte de la tarea de la ginkana de los grandes museos (algunos parecieran así concebir las visitas a éstos): La Gioconda, reina del top ten, la Venus de Milo le sigue en el ranking, de las obras que hay que luchar para acercarse un poco a ellas... lo bueno es que si a uno le gusta otras escuelas y épocas del arte, puede disfrutar totalmente relajado de la pintura Holandesa, de Flandes y Países bajos, Alemania (S. XV-XVII) una maravilla. El paseo con el buen tiempo tiene su recompensa si se logra salir por el jardín Tullerie, y descansar en esas semi-tumbonas al sol mientras se escucha el arrullo de la fuente, ¡una delicia! (Los jardines de Luxemburgo también son una estupenda opción si de descanso en el parque se trata).
Jardines de Luxemburgo © Claudia Hernández