martes, 22 de abril de 2008

Un amargo dulzor de la tragedia cotidiana

" No hay ningún reglamento sobre cómo afrontar la muerte”
Tamara Jenkins
. Ocho años le llevó a la guionista y directora Tamara Jenkins, para concretar su proyecto con The Savages, película nominada recientemente a los premios Oscar, al mejor guión original, ya en 2007 la película se había hecho con el premio del Flanders Internacional Film Festival. En la categoría de mejor guión, ganó en 2008 el Independent Spirit Award.
Una tragicomedia que trata de una familia disfuncional (¿y cuál no la es?) en el que la vida de dos hermanos es obligada a coincidir ante un problema que ambos comparten: su enfermo padre un tanto senil, con la añadida dificultad del poco afecto que le tienen. Se enfrentan entonces al tema moral que desemboca en un ¿qué hacemos con él? En el que los hospitales y los asilos son la salida de emergencia para mantener la vacua cotidianidad de sus vidas. La historia comienza en ese mismo punto que la guionista confiesa haber dado con la idea para The Savages: una llamada telefónica en la madrugada en la que la protagonista le comenta a su hermano que "algo" está mal con su padre. La guionista logra transmitir la ansiedad y el dolor que le genera sus relaciones con el padre, pero ese padre también es un espejo en el que ellos se miran a futuro. El abandono como una cadena. Aplaudo los toques verosímiles que aderezan la película, como por ejemplo, en el asilo, todos los que trabajan son afroamericanos y el enfermero que cuida en la casa a la madrastra es un latino. .
Tamara Jenkins y Philip S. Hoffman en un set del rodaje.
Las actuaciones son estupendas, Laura Linney (es Wendy Savage), quien lleva el peso de la película, le valió una nominación a los Oscar en 2008 y el increíble Philip Seymour Hoffman (como Jon Savage), que como siempre, complace verle. Linney hace en todo momento a Wendy creíble, un personaje lleno de histeria contenida y alta neurosis, por otro lado él oscila entre el poder racional, la dureza y la fragilidad. Aunque breve, destaca la actuación del veterano actor de teatro y televisión Philip Bosco como el irritable y difícil padre, Lenny Savage. Jenkins apunta respecto a dicho personaje: " Yo no podría haber dirigido a un anciano lindo”.
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La guionista huye de lo discursivo y de las confesiones, dejando en cambio entrever la historia a través de los silencios y de lo que se pregunta. No se esfuerza por hacer sus personajes queribles ni condenables, aunque puedan resultar a ratos odiosos y patéticos, la desnudez que les imprime hace que por momentos sintamos pena de ellos y les entendamos, al final de cuentas es lo que hacemos muchas veces en la vida real. El crítico del diario The New York Times , Denis Lin afirma que la característica más notable de la escritura de Jenkins "es su mezcla de patetismo junto a la comedia de mortificación".
Lo único que le reprocho a Jenkins, que luego de pasar más de una hora en el aire opresivo de las vidas sin salida aparente, en los último 15 minutos se transforme en un canto positivo al “sí podemos cambiar”, y las puertas que se mantienen cerradas a lo largo del film se abren de par en par, tanto que incluso encandila. No siento que haya una evolución hacia este final, aunque siempre agradezco que abran una puerta a todo lo que signifique esperanza, al menos una ranura. A pesar de ello, la película se mantiene como una excelente narración en la que la reflexión viene por antonomasia. Es difícil al terminar de verla y no ponerse en el pellejo de estos hermanos. Un momento que siempre termina por llegar: la vejez y la muerte. Todo un despliegue de maestría que evade la sensiblería pero que logra estremecer al espectador.
Jenkins en el set junto a Philip Bosco, Laura Linney y Philip Seymour Hoffman

Imágenes: © Fox Searchlight

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