miércoles, 7 de mayo de 2008

Retrospectiva de Camille Claudel

Por mucho tiempo, la atormentada vida de la escultora francesa Camille Claudel (1864- 1943), tuvo más resonancia en el mundo que su obra. En la foto de arriba, vemos una Camille de apariencia adolescente, impresiona la mirada directa que se muestra, sin titubeos, de quijada desafiante, un mechón despeinado, que le otorga un punto rebelde, pero a la vez, su boca es severa, no deja ver ningún atisbo de sonrisa. El beso (detalle).

Sabemos que fue alumna y amante atormentada de August Rodin, y que gracias a una época y la posición burguesa de su familia, que por tanto no soportaba que fuese artista, que viviera sola, que tuviese un amante casado, solucionaron semejante anatema, recluyéndola en un sanatorio, con tan solo 49 años, hasta el fin de sus días. En esas 3 décadas que pasó encerrada se negó a esculpir de nuevo.

Camile trabajando en el taller.

La sombra de Rodin la eclipsó por muchos años, y sin caer en la fácil tentación de compararlos, lo que sí ha hecho el tiempo es darle su espacio propio a esta artista. El Museo de Rodin, en París, desde mediados de abril ofrece una completa retrospectiva de Claudel, la misma que estuvo expuesta en Madrid en la Fundación Mafre hasta enero pasado de este mismo año.

Claudel dominó las técnicas de la escultura y se atrevió a saltarse el modelo clásico de belleza, acercándose al realismo, representando tanto a personas viejas como a niños de la calle. En la actualidad, los críticos coinciden que esta tendencia de la artista de violentar los códigos aceptados, dentro de la escultura para aquel entonces, era previa a su llegada al taller de Rodin pero que allí se transforma en gestualidad.

Clotos.

En sus piezas hay ritmo, se tuercen, pocas está en reposo, La Ola, El Vals, La Edad madura, Cloto… esta última, que representa a la primera Moira (o Parca), la que hila los destinos de los hombres (me viene a la mente el oficio de narrador), es quizá una de sus más célebres esculturas. Realizada en yeso, Claudel muestra una Cloto con cabello largo y enmarañado; la comisaria de la exposición, Véronique Mattiussi, considera sumamente audaz el tratamiento que le da a la cabellera, además de una clara búsqueda formal de la excelencia técnica. Al verla, esa maraña se convierte en una suerte de trampa que le hace dar tumbos, todo ello afincado en el precario equilibrio que le otorga.

La Ola.

La artista no ha optado por la belleza convencional de la representación, ni cánones propios de la estatuaria femenina, ha ido más allá, realiza alianzas de materiales extraños para sus esculturas, prueba con formatos atípicos… "Cuanto más trataba de existir por sí misma, más se la comparaba a Rodin", comenta Mattiussi. Y sin embargo, sus bustos, su Ola en onix, influenciada por Hokusai, no tienen ya nada que ver con Rodin”.

Nada de lirismo gratuito, nada de esculturas para fuentes ni plazas, su búsqueda era clara y estaba muy pero que muy lejos de la complacencia. La exposición estará abierta hasta el 20 de julio.

Imágenes: © Museo Rodin

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