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Al Tao
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Mi adolescencia transcurrió en los 80. Fui iniciada musicalmente por mi hermano mayor y, sin intención de presumir, tuve la suerte de escuchar, gracias a él, cuando tenía 12 o 13 años a Queen, Super Tramp, y más adelante The Police, Led Zeppelin, U2… fagocitábamos desde el pegadizo y cool New Age en los que reinaban los británicos Duran Duran, que llevaron al video clip más allá de lo que se estilaba, o bien el rock progresivo de Pink Floyd o Yes, o sino pasábamos a uno más ligerito, pero no por ello peor, como el de la banda alemana Scorpion.
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Amábamos el glam rock de Kiss, y en una onda más dura Black Sabbath o Deep Purple, llegando hasta el mismísmo heavy metal, abanderados por el potente Iron Maden y el clásico AC/DC, que no sé por qué extraña razón aún siguen sin gustarme del todo; como igualmente, por más que lo intenté, no logré empatía con esos dos mitos musicales llamados The Beatles y Rollings Stone, lo siento, es una tara musical.
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Un buen número de estos artistas, hoy en día, aunque no continúan como banda o solistas, en activo, saben muy bien que casi todos los que una vez le amamos podemos ahora pagar (con más autonomía que antes) las entradas a sus conciertos, así que se lanzan a giras, levantando la nostalgia y claro está, muchos de ellos son artistas estupendos que el tiempo no ha hecho mella suficiente, como para que no podamos dejar de disfrutarlo… pero claro, en lo que sí ha hecho mella el tiempo es en muchos de sus fans. Y entonces me paso de tanto en tanto entre la duda de aceptar mi edad y, más que mi edad (ya que mi padre se va de marcha hasta las mil, a los 64 años), es aceptar que mi cuerpo se resiente montón con estos conciertos.
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Ayer tocaba en el Olympiahalle de Múnich mis adorados Kiss, aún su cantante Paul Stanley luce en buena medida su sexapeal y potente voz, y ninguno se ha muerto, así que la banda está completa, pero me fui de puente de mayo a Praga y llegaba ese mismo día ¿podría con un viaje y un concierto? Esa pregunta estuve formulándomela por más de una semana y claro, no compré los tickets.
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Recuerdo la última vez que fui a un concierto, fue en octubre, era la maravillosa banda newyorkina Interpol, entre lo gigante que es todo el mundo en comparación a mí, no veía nada (como siempre) tenía entonces que estar parada detrás de la espalada mojada de un chico, así que decidí escuchar el concierto echada en el suelo pegada a un muro. Cuando venía alguna canción que me gustaba, me paraba y movía la mano con entusiasmo, e incluso daba algún que otro saltito en algún momento de euforia.
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Las energías, en cambio, me emergen si soy una verdadera devota, como con Depeche Mode, que representan los ochenta por antonomasia y siguen estando estupendos en la actualidad; pero en el caso de que la banda sea excesivamente famosa requiere unas dos horas como mínimo de cola para entrar al recinto (recuerdo cuando vi a U2 en Barcelona, uffff!!), una hora más para entrar al Camp Nou y una más, cuanto poco, para que dé inicio al primer telonero de dos… cuando fue el turno de U2 había pasado más de 6 horas de peregrinación, a lo que se le añade el tiempo que dura la actuación de la banda que fuimos a ver y, finalmente, una hora más para marcharse. Aquella vez fuimos con una chica que no tenía más de 23 años y la pobre salió con lumbago… no digo más.
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En junio vendrá a esta ciudad aquél que me arrancó más de un suspiro a los 15 años, el único por quien forré las puertas de mi habitación con sus poster: Billy Idol, de los primeros metro-sexuales (¿creo que los 80 fue su nicho), de apariencia depilada, de cabellos de color platino y erizados, que no grabó más de dos discos buenos y que para mí son suficientes para volver a querer verle y cantar ese himno que es Rebell yell (Grito rebelde), pero ¿tendré energía para peregrinar la mitad de esas horas o simplemente lo dejo como un recuerdo de mis rebelde pubertad?
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En este post han quedado excluidas las mujeres (quizá realice un post aparte), a pesar de figuras tan importantes como Nina Hagen, Alaska y Siuxie, pero a los 16 las hormonas inclinan un poco la balanza... y para mí, el reino del rock eran ellos.
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