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martes, 25 de marzo de 2008
El útero que nos contiene
Piscóloga, fotógrafa, cantante ocasional, poeta y una altruista en ejercicio, así podríamos describir, a grosso modo, a Beatriz Rojas. Ha sido curiosa la relación que hemos establecido. Fue terapista de gente cercana a mí y luego nos conocimos dentro del entorno de artistas de la ciudad de Maracay, lugar en el que ella continúa residiendo. Un día, Beatriz se inscribió en uno de mis talleres de literatura, y aunque no eran talleres de creación, pude conocer sus poemas, breves, delicados e irónicos a ratos. Más adelante, le rogué que rompiera con la ortodoxia y que me recibiera en su consulta. Su generosidad y profesionalidad aún las agradezco, y cabe señalar que es una de esas profesionales, que corren el "riesgo" de que sus ex-pacientes formemos algún día un club de fans.
En aquel entonces, ella formaba parte de un grupo de fotografía, y se le consideraba aún una amateur. En algún momento estuvimos, no sé porqué extraña, pero maravillosa razón, bajo el ala enérgica del poeta y artista Juan Calzadilla, el cual hizo posible, entre otras cosas, que nos reuniéramos en una lectura de poesía, junto con otra amiga cercana, Milagros Cortez, en la mágica ciudad de Coro.
De eso, ha pasado algún tiempo y, Beatriz se ha abierto un camino sostenido en el mundo de la fotografía, entrando en Bienales y Salones de arte en Venezuela. No es un trabajo fotográfico común. Desde el inicio experimentó sin remilgos con lo abstracto, como también fue clara, su búsqueda de lo femenino en muchos de sus trabajos fotográficos: Néctar de manzana (que prometo entregárselos luego), Las mujeres del (parque) Henry Pittier, y éste último, que es un trabajo acerca de los úteros.
Los objetos entonces son un escenario onírico, cargado de expresión, uno cree reconocer lo que está viendo, pero no hay certezas. Sus imágenes son sugestión y búsqueda que invitan a ver más allá de lo que nuestros ojos acostumbran. Celebro su siempre lúdica visión, no hay solemnidad, lo que no hace su trabajo menos profundo. Además, valoro su rítmico sentido de la composición y del color. No dejo de interrogarme de dónde nacen estas imágenes, cómo se le ocurre que un objeto sirva para construir estos escenarios oníricos. Igual le sirven un mantel, una lámpara, una ranita de porcelana, todo ello cobra un significado distinto a través de su lente.
Es imposible no sentir, al ver estas fotos que me envía, un estado líquido, cerrado y silencioso. Es todo lo contrario de un discurso a voces, es un secreto, prometiendo ser una verdadera revelación.
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