...Claude Chabrol (París, 1930) nos ha traído su (casi siempre) anual película, que en esta oportunidad titula: Una Chica cortada en dos (La Fille coupée en deux). La historia es la básica para los crímenes pasionales: que sean tres; Charles Saint-Denis, un escritor casado y seductor empedernido (François Berléand), que además tiene muy claro que nunca se divorciará, Gabrielle, una joven presentadora del tiempo (Ludivine Sagnier) y Paul Gaudens un excéntrico ricachón, esquizoide, heredero de una farmacéutica (Benoît Magimel).
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Algunos críticos que la han destrozado apuntan fácilmente que es un refrito, cosa que no es cierto, si bien la idea ha salido de un crimen real acaecido en Nueva York, en la que un arquitecto mujeriego, es asesinado en plena fama, por uno de los esposos de sus amantes y que, en 1955 Richard Fleischer la llevase a la pantalla de manera más detallada en La muchacha del trapecio rojo, no quiere decir que entre en la categoría de refrito.
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El director confiesa haber tomado abiertamente la estructura y de repetir algunos personajes, su historia se desmarca totalmente de los visos morales de la anterior, y nos explica: "En realidad, la trama criminal no es lo importante, sino la chica, el personaje actualizado, quien me interesa. Forma parte de una generación de jóvenes que disfrutan de la pequeña parcela de libertad conquistada por sus inmediatas antecesoras. La bailarina de music-hall americana real se ha convertido con toda naturalidad en una presentadora meteorológica francesa, que disfruta de una cuota limitada de popularidad sin mucha consistencia. Es como figura de la televisión un ser en dos dimensiones, que sin embargo lejos de las cámaras es una mujer fuerte, una chica que no llora. No me gusta la gente que llora y se lamenta de sí misma. Pierde el tiempo".
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Como siempre, Chabrol se luce en la presentación impía de sus personajes y quizá es lo que más disfruto, porque no se apresura a protegerles sino que los presenta desnudos ante sus roles sociales. El escritor, un hombre egoísta que se mueve en la doble moral: una esposa a la que llama "santa" pero éste, además de tener amantes, frecuenta lugares de distensión sexual de las élites, como los ébats club, donde se intercambian parejas, se ve sexo en vivo, etcétera.
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Por otro lado, la chica, que aplaudo que la haya presentado con una belleza un tanto vulgar, común, un personaje fresco que se mueve en una clase media, en moto vespa y sueldito. En cuanto al millonario Paul Gaudens, la verdad es que encarna muy bien esos desequilibrados que causan tantos incordios dentro de las familias acomodadas, y Chabrol tiene guiños como el personaje "sombra" que sigue y cuida a Gaudens, un "amigo" que le ha impuesto la familia para que no cometa excesos, una suerte de niñero que le permite a la familia poder cenar en paz o evitar que estrangule a una chica.
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La madre, la estupendísima Caroline Silhol, dibuja muy bien a la altísima burguesía: impenetrable, fría e intocable. El director ha querido también retratar a ambos poderes, el de las familias adineradas, poder casi inamovible y el volátil e intercambiable de los medios. La verdad es que lo verdaderamente original del director son siempre sus vivaces retratos de los personajes y la sociedad a la que pertenecen, para mí, siempre un deleite evidenciar su maestría en cada una de sus películas, a sus 77 años.
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Imágenes: © Distribuidor Wild Bunch
Bien colocados los ojos para contar la adictiva -y aparente- ligereza con la que Chabrol nos embruja cada año. No había pensado en ese contraste intencionado del mundo efímero de los medios y la aristocracia inamovible. ¡Dan ganas de ver la peli original!
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