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lunes, 25 de agosto de 2008
El cine en las venas: Samira y Hana Makhmalbaf
...La familia iraní Makhmalbaf es un fenómeno en cuanto al Séptimo arte se refiere. Makhmalbaf Film House así lo refleja. El padre, Mohsen, cuenta con 18 películas y una veintena de premios. Su esposa, Marziyeh, es guionista y ha dirigido un par de películas. De los tres hijos Maysam, quien ha dirigido un documental y trabaja mayormente como fotógrafo en los diversos rodajes familiares. Como parte del relevo potente están las jóvenes hermanas: Samira y Hana.
Samira Makhmalbaf (Teherán, 1980) con cuatro guiones y cinco películas que en su mayoría han sido recibidas con entusiasmo en importantes festivales de cine internacionales. Two-legged horse (2008), A las cinco de la tarde (2003), 11 de septiembre (cortometraje, 2002), La pizarra (2000 ) y La Manzana (1998). Premios tan importantes, como el del Gran Jurado de Cannes en dos oportunidades (La pizarra y A las cinco de la tarde) se suman a una docena más de reconocimientos. Sin duda alguna, el cine iraní dista mucho del que se consume en masa en occidente, así que será para una minoría. Abordaré estas dos últimas mencionadas, las cuales he visto recientemente.
La Pizarra (guión a cuatro manos padre e hija), narra el viaje que inician dos maestros a través de las montañas kurdas, en busca de alumnos a quien enseñar. Tanto en la fotografía y el discurso hay poesía, imágenes de un paisaje desolado y de unos destinos tan abandonados como esa misma geografía que los enmarca. Quizá, como afirma el crítico de El País, Carlos Boyero, peque su narrativa a veces de plana, pero para mí, no es por ello menos interesante.
En A las cinco de la tarde, ese paisaje árido y lejano está allí y como telón de fondo los desplazados afganos y la dureza de la vida. La mujer como centro de la historia dentro de la reciente caída del régimen talibán, que sigue latente en cuanto al pensamiento de muchos, y en el que queda patente, la crítica de la directora a todos los gobiernos y políticos que dieron cabida y apoyo a este régimen atroz y teocrático, léase Benazir Buhto o el gobierno de los EE UU. La ferocidad de la guerra queda retratada en el día a día de sus personajes, el hambre, la enfermedad y la muerte les rodean y, la película, ciertamente nos deja un final tan pesimista como factible.
La hermana más pequeña, Hana (Teherán 1988) tiene publicado un poemario: Visa por un momento (2003) y cuatro películas con tan solo 19 años. A los 18, presentó Buda explotó por vergüenza (2007), la cual ha recogido cinco premios como el Oso de Cristal del Festival de Berlín (2008) y el Premio del Gran Jurado en el Festival de Cine de San Sebastián (2007).
La película que se inicia con el lamentable acto que da título a la película: la explosión en 2001 hecha por los talibán, de los Budas de Baniyán (Afganistan), que reposaban allí por más de 1.500 años, por considerarlas ídolos que iban en contra su doctrina.
Ciertamente, toda comparación es odiosa, es cierto, pero el pulso narrativo y ritmo es más acertado que el de su hermana, ofreciéndonos frescura en un drama que por momentos nos pone al vilo (como la captura de las niñas en el juego de los niños de talibanes).
La candidez de su personaje, una niña de seis años que emprende una real odisea, aquí de nuevo el viaje, por asistir a la escuela y aprender historias interesantes.
A través de una historia mínima queda retratada la Afganistán post talibán, gracias a lo que le va ocurriendo a los niños podemos adivinar la realidad que vive este pueblo y sobre todo, sus mujeres. Tanto en La Pizarra como en esta otra, la educación aparece como un bien de pocos y de muy difícil acceso, en especial para las mujeres.
Esperaremos más y más de esta familia, que nos permite acceder al retrato de un universo tan inusual para occidente, con una mirada crítica y a la vez hermosa que estas dos cineastas perfilan con el trabajo tras sus espaldas y el cine como una seña de su ADN.
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Qué delicioso descubrimiento. Tan sólo puedo hablar de la hermana pequeña y de esa espléndida 'Buda explotó por vergüenza'. Increíble la fertilidad cinematográfoca de la familia. ¡¡Quiero comer un día con ellos y escucharles hablar!! Como dices, la educación es la única herramienta para cambiar el mundo, y bien lo saben los fundamentalistas. En esos niños que en vez de jugar a indios y vaqueros o al escondite se diviertan imitando a sus mayores talibanes, encapuchando y lanzado piedras a las niñas, está toda la sin razón ese régimen atávico, que aún hoy sigue destrozando Afganistán.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tu visión, y me ha gustado mucho eso de querer "comer un día con ellos y escucharlos hablar"
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