viernes, 23 de octubre de 2009

Adios al maestro Silva Estrada

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La contextura del poema tiene que ver con todo lo corporal:
la respiración, el aliento, el impulso erótico.
Alfredo Silva Estrada


Recibí anoche la noticia de la muerte del poeta y traductor Alfredo Silva Estrada (Caracas 1933-2009). Me vuelco a escribir un mínimo homenaje a quien fuera una de las grandes voces de la poesía venezolana, galardonado en 1998 con el Premio Nacional de Literatura y en 2001 y, con el prestigioso Gran Premio Internacional de la Bienal de Lieja (Bélgica), premio que recibieron anteriormente Giuseppe Ungaretti, Octavio Paz y Saint-John Perse entre otros.

Veinte poemarios publicados y muchas traducciones. Pasar unos 60 años escribiendo poesía es una verdadera muestra de vocación y dedicación a la palabra. En una entrevista*, la periodista le pregunta por sus primeros contactos con la poesía. Alfredo hace memoria y relata una escena de su infancia: una poeta querida por su madre ha muerto, entonces ella los reúne y les lee un libro de dicha poeta, y él confiesa “Yo percibía oscuramente, que escribir poesía tenía mucho que ver con el amor, con la muerte y con un profundo sentimiento de solidaridad humana”.

Y quizá la frase anterior habla muy claro de cómo vivía la poesía, pero al mismo tiempo su obra es profundamente intelectual; no olvidemos que estudió filosofía en la Universidad Central de Venezuela, y el poeta estaba convencido de la belleza de las ideas y del arte de vencer la dificultad para nombrarlas.

Muy joven se va a Italia y estudia literatura y arte italiano en la Universidad de Perugia, “especialmente el arte del Quattrocento” aclara mientras rememora en la entrevista esa recién estrenada juventud, “La región de la Umbría me reveló las delicias del vino y de fugaces amores”.

El agua de su tercera sed
Parafraseando un poco un verso de Chedid, Alfredo afirmaba “La traducción es el agua de mi tercera sed”. Recuerdo la preocupación y respeto que siempre dejaba entrever acerca de su labor como traductor, siempre en constante búsqueda de poemas que ya había traducido, pero los rescribía, seguía buscando las palabras que más respetaran al sentido original. Su trabajo como traductor es encomiable. Pocos como él han podido acercar a nuestra lengua la Poesía de Paul Valéry, Andrée Chedid , René Char o Andrée de Bouchet, entre otros.

El taller, los amigos y las palabras
Alfredo era una persona generosa, dispuesta a escuchar a los nóveles poetas con una atención sincera y amorosa. Fui parte de aquellos talleres que impartió en la Casa Rómulo Gallegos (Caracas), y también, por fortuna, fui parte de aquellas personas que algunas veces se reunía en su apartamento de las Mercedes para leer poesía o hablar acerca de ella, compartiendo, a su vez, la calidez de su mujer, la bailarina y coreógrafa Sonia Sanoja. Bien confiesa en la mencionada entrevista: “Siempre me coloco en el mismo plano de la gente y eso me permite acercarme mucho a los seres humanos”. Esa afirmación era cierta. Aún así, Alfredo poseía una elegancia de aristócrata, le gustaba pronunciar bien cada palabra, hablaba con un tono agradable, como siempre lo hacen los seductores… son nimiedades que ahora pienso, pero quería de alguna forma, dejar mi testimonio lleno de admiración por su obra y gratitud y afecto por su persona.

Algunos amigos -poetas maravillosos- sigo conservando, que fueron fruto y "casualidad" de mis visitas a Caracas para asisitir a sus talleres, Edmundo Ramos en su aquella librería Kuai-Mare, en la que hacía yo parada antes de entrar al taller, Daniel Molina y Luis Enrique Belmonte (El doctorcito, apodado así por su juventud y estudios de medicina), quienes fueron compañeros de taller y que con los años ha seguido uniéndonos ese hilo invisible y fortísimo. De alguna manera, Alfredo había hilado a través del amor a la poesía y el encuentro humano entre nosotros.

Desde acá en este día lleno de niebla espesa, mi amor y gratitud para el maestro.


En una de sus últimas aparciones públicas,
junto al poeta Luis E. Belmonte (Foto: Daniel Molina).

Algunos poemas publicados en la página El Poder de las palabras.
*Acercamientos a Alfredo Silva Estrada; Chefi Borsacchini; Grupo Editorial Eclepsidra, Caracas; 2005.

4 comentarios:

  1. Qué belleza de retrato, que transmite tu pausada y sentida respiración en cada párrafo. Sin conocer al poeta, uno puede casi dibujarlo y palparlo en sus manos. La palabra trenzada que te unió a él y a otros poetas amigos que nombras, me trae a la cabeza el relato de Daniel Molina acerca del día del funeral de Estrada, ejerciendo de bondadoso muñidor de encuentros una vez más. Me has emocionado.

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  2. LINDO HOMENAJE POETA.. UN ABRAZO DESDE VENEZUELA !!

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  3. Gracias por pasarte pro acá, Aarón, y leerme.

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