Asia se paladea
Al contrario que Occidente, si se revisa un buen número de películas asiáticas, encontramos que la comida y sus ritos están presentes con una naturalidad sorprendente. La mesa es espacio de reflexión solitaria o para encuentros familiares o sociales. Si la secuencia es dentro de una casa de familia es casi imposible que no aparezca la cocina o la mesa servida.
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La joven, de El camino a casa, prepara a su amado platos como símbolo
de su sentimiento y ejecuta esta tarea como si todo ese amor dependiera de ello.
de su sentimiento y ejecuta esta tarea como si todo ese amor dependiera de ello.
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En El camino a casa (1999; Zhang Yimou), la joven enamorada aparece cocinando siempre para su familia y su amado, le prepara viandas cada vez que éste parte, como símbolo de amor y cuidado que le es entregado. En El olor de la papaya verde (1993; Tran Anh Hung), las escenas de rasgo costumbristas se dejan entrever, contemplativamente, especialmente en la preparación de los alimentos.
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Un referente obligado es la película del director chino Ang Lee: Comer, beber, amar (1994), en la que se relata una historia familiar, con la tradición y modernidad como telón de fondo. El chef viudo Chu (Sihung Lung) reune cada domingo a sus tres hijas, haciendo del banquete no sólo un acto celebratorio y de amor, sino de comunicación profunda y rito de unión. He querido dejar de lado a los banquetes de boda, cuya aparición normalmente hace más hincapié en su función de rito social que gastronómico y que bien abarcaría un especial por su extensión.
En El sabor de la sandía (2005; Tsai Ming-liang) nuevamente se hace presente el binomio eros-alimento, en la transformación erótica de la sandía como sexo femenino, y también vemos una hermosa escena de cuidado y seducción en donde el joven Kang-Sheng Lee prepara una maravillosa cena a su amiga.
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Dos prostitutas conversan relajadamente con un policía que les acompaña
mientras comen, en La Calle de la vergüenza.
La filmografía del japonés Kenji Mizoguchi está repleta de escenas alrededor de la comida, y no precisamente en la que sus protagonistas son las geishas (allí aparecen acompañando a los señores a sus cenas, escanciando sake), sino en aquellas películas donde los personajes son gente corriente. En La calle de la vergüenza (1956), las prostitutas, como una gran familia, siempre se reúnen a la hora de la comida, y se vuelve un espacio tanto para la celebración como la pena, al igual que ocurre con las prostitutas de La mujer crucificada (1954). En Los amantes crucificados (1954), la joven sirvienta mima a su amo con la comida mientras él se dedica al trabajo, quedando en evidencia, para el resto de la servidumbre, su amor (prohibido socialmente) por éste.
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Escena en la que se remarca la soledad del personaje, en La Anguila.
Shohei Imamura también hace presente la comida como algo natural y como un acto de amor en La Anguila (1997). La joven ayudante de la peluquería prepara patatitas dulces para los clientes y se convierte en una cocinera amorosa; para contrastar su partida, aparece nuestro protagonista solo, en una mesa servida toscamente, remarcando la ausencia, la soledad y tristeza del personaje.
El esteticismo con el que Wong Kar Wai impregna sus películas,
se hizo hermosamente evidente en Deseando amar.
En la prolija filmografía del joven director surcoreano Kim Ki-duk no abundan las escenas donde la comida tiene gran importancia, pero cabe recordar El Arco (2005), cuando la joven en el barco destapa su solitario almuerzo, levantando un paño de seda violáceo, como si desnudase la pequeña mesa. Wong Kar Wai prefiere apostar por las atmósferas posibles de los restaurantes para remarcar el tedio, la cotidianidad y los espacios sociales que los personajes ocupan. Son telones de fondo, excusas para el encuentro. Hace transitar a sus personajes a través de tazones o cocinas humeantes y gente en movimiento: Deseando amar (2000), Chungking Express (1994) o 2046 (2004). Si olvidar los restaurantes sencillos, los puestos en la calle de fideos de Ángeles caídos (Duo luo tian shi; 1995) y una de sus más recientes y más fallida, con respecto a las anteriores, My Blueberry nights (2007).
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El carácter urbano de Chungking Express contrasta con los
ambientes más íntimos de otras de sus películas.
El sabor del té verde con arroz (1952; Yasujiro Ozu); El último viaje del juez Feng (2006; Jie Liu); La Boda de Tuya (2006; Wang Quan'an; ) o El catador de venenos (2006; Yoji Yamada) son algunos otros títulos que podríamos mencionar donde la comida se hace presente en los espacios habituales de sus protagonistas.
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El hermano alimenta a la más pequeña, hermoso gesto del ofrecer los
alimentos como signo de cuidado, amor y mimo en La Boda de Tuya.
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‘Tampopo’: primero observar el cuenco rebosante
Pero si hay una película que se convierte en verdadero homenaje a la comida y a todo lo que le rodea e implica es la japonesa Tampopo (1985; Juzo Itami), autoproclamada no sin humor como el primer noodle Western (western de fideos). Desde el inicio, sus propósitos son expuestos en una escena-epílogo: una suerte de gánster impolutamente vestido de blanco entra con su novia al cine, mientras le sirven en una pequeña mesa, con champán incluido. Poco después, el gánster amenaza ferozmente a un espectador que hace ruido con la bolsa de patatas, para dar comienzo a la historia.
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Dicha historia podría resumirse como el viaje iniciático hacia el aprendizaje de la preparación de la sopa de fideos. La complejidad y sencillez que encierra la cocina queda planteada en esta narración, acerca de la esforzada pero fallida cocinera Tampopo (Nobuko Miyamoto), de la mano de Goro (Tsutomu Yamazaki).
La serenidad del maestro contrasta en esta escena con la premura del aprendiz.
Goro es un cowboy urbano, y el clásico caballo es remplazado por un camión. Mientras lo conduce, su ayudante va leyéndole un libro, en el que un alumno le pregunta al maestro la manera adecuada de comer la sopa de fideos; conversación en la que se asoma ironía y humor hacia la ritualidad oriental, pero, que a su vez, da paso a la belleza, para entregarnos un diálogo inolvidable:
– Maestro, ¿primero la sopa o los tallarines?
– Primero observar el cuenco rebosante…
– Sí señor.
– Aprecia la armonía del conjunto, percibe el aroma… joyas de manteca, resplandeciendo en la superficie, brillantes raíces de shinachiku, algas, hundiéndose lentamente, cebolletas de primavera flotando… Concéntrate en las tres rodajas de cerdo, desempeñan el papel principal, pero permanecen modestamente ocultas. Primero acaricia la superficie con la punta de los palillos… para demostrar afecto.
Ver la escena de los fideos (con subtítulos en inglés)
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Ver la escena de los fideos (con subtítulos en inglés)
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Sin duda, el cine asiático no ofrece también un erotismo original e intenso,
como esta escena que raya entre lo gracioso y una sensualidad poderosa.
Esta singular historia es acompañada por pequeños relatos en las que el hilo narrativo sigue siendo la comida. La risa, sensualidad y erotismo se entremezclan en sus intenciones, y la comida es la protagonista y la gran homenajeada. Unos indigentes charlan a la altura de los mejores críticos culinarios (se han hecho expertos de tanto recoger las sobras de los restaurantes); unos amantes preludian el encuentro amoroso con huevos crudos, miel y crema batida.
Una de las escenas más hermosamente eróticas.
Más adelante, una púber que recoge ostras se ve sorprendida por el despertar erótico: un hombre apuesto le pide que le venda una ostra. La joven accede, pero en el intento de morderla, el extraño se corta un poco el labio con la concha, la gota de sangre cae encima de la blanca y suave ostra; solícita, la vierte dentro de su mano para que él la coma sin cortarse, entonces lame la mano y come. Luego, la pescadora lame la sangre de los labios del hombre, una y otra vez, con absoluta delicia. Veo ahora posible una simbolgía entre lo que podría ser la pérdida de la virginidad: entre el molusco, la concha abierta con la carne fresquísima y la sangre que mana de los labios de él.
Ver la escena de la ostra (Sub. en inglés)
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Ver la escena de la ostra (Sub. en inglés)
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Cabe destacar la hilarante escena, en la que asistimos a una clase (para aspirantes a mujeres refinadas) en donde les toca comer espaguetis a la vongolesa (occidente). Con afectación, la profesora aconseja coger uno o dos hilos en absoluto silencio (recordemos que en japón hacer ruido al sorber la sopa es la norma). Un comensal occidental, que está sentado en el salón, comienza a engullir de manera grosera su plato de pasta, y en pocos minutos, todas comienzan a imitarle como un referente más fiable, convirtiéndose en una total locura. Estas historias funcionan como una urdimbre en la que se sostiene este homenaje maravilloso y fresco a la gastronomía, y que sin duda, ilustra con las anteriores, la cercanía culinaria de los directores japoneses a la hora de narrar sus historias.
Ver la escena de la pasta (en japonés pero funciona igual sin entender, si se ha leido el párrafo anterior)
Ver la escena de la pasta (en japonés pero funciona igual sin entender, si se ha leido el párrafo anterior)
Próxima y última entrega: American Snack y Cómo sobrevivir al Thanksgiving
Que espectacular paseo por el cine asiático y sus manjares, Claudia. Quizá el gusto por el ritual culinario de la cultura japonesa haga de su cine el más íntimamente ligado a la comida. Aunque Tampopo es un recital de escenas hemorsas, me quedo con el amor cocinado a fuego lento en los platos de la bella Zhang Zity, de camino a casa.
ResponderEliminarAhora que recuerdo con esta entrada del cine asiático, ¿qué tal esa escena de Old Boy donde recién salido de su reclusión el protagonísta quiere "algo vivo" y comienza a tragarse vivo un pulpo a mordidas, ayy, repulsivo y violento como toda la película.
ResponderEliminarMuchas de las que mencionas, a excepción de Deseando amar, El olor de papaya verde, y Comer, desear, amar, no las conozco, me intereso sobre manera esa de Tampopo, sobre todo por la historia de la ostra. He estado escribiendo un cuento y no me sale de todo redondo, es sobre una almeja, estoy tratando de cargar el video de youtube, cómo tarda.
Ha sido muy grato todas estas entradas sobre el cine y comida, yo también atesoro esas escenas y películas que llevan a algo tan cotidiano y común que es comer pero que se puede aborda de distintas maneras.
Un abrazo mi querida Claudia
Vaya, ya vi la escena, a mí me encantó, qué sensual. Sin embargo mi espod dijo: muy femenina. Aggg. ¿Será ese el sentir masculino?
ResponderEliminarYa quiero conseguir esa película para verla
Claudia, qué maravillosos artículos, cómo los estoy disfrutando, de verdad.
ResponderEliminarCon los dientes largos me quedo, con un buen número de películas que citas y que no he visto, pero me consta que el cine asiático tiene esa capacidad de la mirada pausada en cada acto, como si se tratara de un acto totalizador, así es Oriente.
En Oriente arraigan las raíces de la medicina más antigua de la humanidad y esa medicina, destaca la alimentación. Los conceptos de yin y yang aplicados a los alimentos, las temperaturas, las estaciones... Según las tradiciones chinas, toda enfermedad es un desequilibrio de estos dos principios y por tanto, implicados con la alimentación.
Para un oriental la comida es medicina, es equilibrio. Si hasta tienen los ingredientes diferentes propiedades según sean cortados o cocinados. Es una maravilla, cómo el acto de cocinar es un acto de amor. Hay tratados de alimentación por ejemplo Zen, que son una pasada. Los budistas tienen cientos de enseñanzas a través de la comida: limpiar arroz, observar el cuenco, hacer la sopa... Son actos sublimes en la cocina de un oriental y eso está en su cultura, por eso no es extraño que las películas que tratan el tema comida dejen ver todo este simbolismo y ciertamente esta plenitud en cada gesto con los alimentos.
Me encanta tu serie, creo que es muy buena y debería publicarse en el lugar merecido.
Un beso muy grande.
Puede ser, Os BObolongos, que ese ritual en torno a la comida sea la causa de que aparezca tantas veces y de una manera tan remarcada, y creo que todo ello conecta con lo que ha dicho Viena, el significado de los alimentos en un sentido amplio. Para ellos existen plantas y alimentos que encierran el Yin o el Yan, por ejemplo, tal como Viena apuntó. Pero es maravilloso que todo esté cargado de detalles, dicen que para la ceremonia del té, uno de los placeres es observar antes la tacita de gres y apreciar su diseño y color. Recuerdo esa joya de libro de Tanizaki: El Elogio de la sombra, en donde éste le dedica unas maravillosas páginas solo a la presentación de los cuencos y los alimentos.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios, amigos-
Hola Carmen, no vi Oldboy por desición, está en casa y es considerada una joya en su género; pero trato de no ver películas demasiado violentas. Pero esa escena que dices no está tan alejada de la realidad (más matizada, claro) he visto en esos documentales de viajes, no sé si en japón u otro país de Asia, en donde desayunas unos pulpos no tan pequeños, totalmente vivos. Era repulsivo ver los tentáculos pegándose a los cachetes, ¡puagh!
ResponderEliminarEn cuanto a la escena de la ostra, anoche cenábamos con un amigo que me había leído y le pareció un poco, por así decirlo, políticamente incorrecta por la edad tan joven de ella. Al contrario, me gusta que juegue un poco en ese borde prohibido, de hecho no pasa nada de carácter sexual, él apenas si se deja tocar por ella y no hay coacción a nada.
Me parece curioso también el comentario: "muy femenina", pero ya sabes, las miradas pueden ser tan distintas.
Ojalá la puedas ver, vale la pena.
UN saludo
Fascinante, Claudia. No soy un experto en cine asiático, mis conocimientos se limitan a los monstruos como Kurosawa y Mizoguchi. De los que citas, sólo he visto la peli de Ang Lee y 2046 de Wong Kar Wai, impresionantes films los dos. La secuencia de la ostra que has puesto de Tompopo me parece muy sugerente, como dices, aunque me repatea un poco que utilice el "adagio" de la 5ª Sinfonía de Mahler como música de fondo, cosa que está más vista que el tebeo.
ResponderEliminarDe todas formas, creo que te has superado con esta entrada. Enhorabuena
Qué maravilla Claudia, que repaso más fascinante al cine asiático y a todas esas hermosas películas que has ido desgranando, y en algunos casos, haciéndonos que nos asomemos mas allá, regalándonos un trocito del film. Bravo!
ResponderEliminarSí, bueno, Sorokin, tampoco yo podría considerarme una experta, más bien una entusiasta. Y tu límite que mencionas sobre el cine japonés, no lo llamaría exactamente "límite". Mizoguchi para mí es el mejor. He visto todo lo que he podido de él, una lástima que se haya perdido buena parte de su filmografía. En cuanto a la secuencia, me gusta que sea "no muy sugerente" pero que esté allí ocurriendo cosas por debajo (claro que esa es mi lectura, arbitraria como todas), en cuanto a lo que dices de Mahler... tienes toda la razón, pero quiero recordarte que eran los años 80...
ResponderEliminarUn saludo, amigo
Muchas gracias, Delikat, por pasarte aunque ya me suponía que andabas liada por estos días. Echábamos de menos tus comentarios.
ResponderEliminarSaludos