II entrega: Marrakech
Dos mujeres caminan por las calles de la medina y sus zocos.
Fundada en el siglo XI, ruidosa, de muros rojizos, movimiento incesante y quizá más llena de turistas que Fez, Marrakech es una ciudad que ofrece tantos matices como pequeñas sopresas en cada uno de los espacios de su medina antigua. Pero hay un punto que para mí lo es casi todo de la visita: la plaza Jemaa el-Fna, la cual fuera declarada por la Unesco, en 2008, Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Plaza Jemaa el-Fna.
Un juego de pescar la botella. Plaza Jemaa el-Fna.
Puesto de comida en la plaza.
Dos músicos magníficos cantan canciones populares.
Plaza Jemaa el-Fna.
Si uno es un viajero atento, sabrá que si un turista quiere tomar una foto, deberá pagar un tarifa mínima de 20 dirhans que equivalen a unos 2 euros. Sentía vergüenza ajena cuando veía a esos turistas, con sus cámaras costosas, querer no pagar por ello, o darle algo parecido a una tacaña limosna. Son artistas que salen a la calle a hacer sus oficios y los que no lo son, como los aguadores, como mínimo hay que pagarles por la molestia de hacerse fotografiar ¿os imagináis trabajando en un banco y cada 10 minutos venga gente a hacerse una foto con vosotros?
En la noche aparecen los hombres que imitan el
contoneo de los bailes femeninos.
Ignoro qué hacía este hombre con su lamparita, papeles y tintas.
Mi imaginación me remitió a esos escribas de cartas o no sé si le enseñaba caligrafía árabe.
Ese espacio es magia, pura magia hecha de la energía maravillosa de una ciudad que está viva y que como escribí en mi otro post, por lo menos por ahora, está lejos de ser un parque temático.
Más fotos
Encantadores de serpientes.
La plaza Jemaa el-Fna de día.
Un aguador posa para la cámara.
La mezquita Koutoubia cuyo modelo sirvió de inspiración para la Giralda de Sevilla.
Palacio de Mehedi Mnebhi.
Madraza Ben Joussef, del siglo XIV.
Zellij (alicatados) de la madraza.
Una de las constantes imágenes del zoco.
Los curtidores de lana y telas.
Mezquita de Sidi Ben Abbas, patrono de los ciegos.
Especias hermosamente presentadas.
Patio de honor del Palacio Bahia. Finales del S. XIX.
Detalle de un muro de las Tumbas Saadíes (1603-1627).
Detalle. Jardín Majorelle.
Más y más especias: formas, olores colores...
La afición culé es impresionante.
Fue inevitable recordar El Elogio de la sombra de Tanizaki.
Una cultura que ama la belleza de la penumbra.
Vista a lo lejos de la mágica plaza Jemaa el-Fna.
"Una cultura que ama la belleza de la penumbra". Me encanta cómo lo has definido, y he disfrutado profundamente el volver a recorrer la ciudad a través de tus ojos. Es cierto, la llegada nocturna a la plaza Jemaa el-Fna es uno de esos momentos especiales por los que merece la pena visitar un país. ¡Hay que seguir descubriendo el Magreb!
ResponderEliminarToda la razón, mi querido Bobolongo
ResponderEliminarMagníficas fotos, Claudia. Veo que han subido el precio los fotografiados ;-). La última vez que estuve en Marraquech, en 2001, un foto costaba un dirham. Eso sí, si hacías una foto a un grupo tenías que darle un dirham a cada uno.
ResponderEliminarMe he quedado boquiabierta Claudia, tus fotos y tus palabras me han transportado totalmente a cada uno de esos lugares que has retenido en imágenes.
ResponderEliminarGracias por este viaje, gracias por los colores.
Un beso grande.
Gracias por participar, Sorokin, ya te estábamos echando de menos.
ResponderEliminarViena, gracias miles por tus palabras, me alegra mucho que te haya sido un pequeño viaje y que hayas podido disfrutar hasta de esos olores que puede uno sugerirle una imagen.
Saludos