Hace dos viernes fui a ver la última película de Woody Allen: A Roma con amor (2012). Mi veredicto es que es decepcionante, aunque no llega al nivel tan malo como el de Vicky Cristina Barcelona (2009), la película es irregular, llena de tópicos, con actuaciones insulsas y salvada solo por algunos momentos que siempre aporta la veteranía del director.
Juro que comencé la película con entusiasmo, con ganas de que me gustara, escuchando y viendo a un narrador (un policía de tránsito) que no termina por hilar las diversas historias que componen la película y que luego aparece al final, cuando ya lo había olvidado completamente. El chiste fácil: el acentazo italiano al hablar inglés: primeras risas.
La verdad es que por muy director que sea Allen (todos los imaginamos cultísimos, no sé por qué) sus películas europeas (Barcelona-Asturias, París y Roma) no dejan de ser postales llenas de tópicos enviadas por un primo paleto (pero con algo de dinero) de Oklahoma.
Siempre he afirmado que es un gran director de actores, pero en esta película pareciera que la pereza le supera. A ello se le suma algunos fallos de casting, por ejemplo la joven y talentosas Ellen Page podría pasar por cualquier aspirante a actriz, de acuerdo, pero de ¿Femme fatale?, la verdad cuesta creérselo con esa cara de niñita eterna. Obviamente, Judy Davis está estupendísima y, por otro lado, el mismo Woody Allen está especialmente insoportable, haciendo muecas exageradas y predecibles de gags más que vistos, como el almuerzo con los futuros consuegros en la terraza del apartamento. A Penélope Cruz el director la pone en otra versión de su personaje histérico y sexual de Vicky Cristina Barcelona, esta vez encarnado en una prostituta. Del reparto italiano cabe destacar la actuación de Flavio Parenti, muy creíble y fresco.
De todas las historias, la más lamentable es la que protagoniza Roberto Benigni. Es el truco sacado bajo las chistera, con intenciones de profundas críticas y termina siendo otro tópico más: la absurdidad de la fama alcanzada fuera del talento.
El relato del enlace de la familia americana con la italiana por momentos puede ser gracioso, pero termina siendo predecible, incluyendo también el padre tenor cantando bajo la ducha: más risas fáciles.
En la historia del joven arquitecto que vive con su novia Allen juega con el surrealismo paralelo al Sueño de una noche de verano. Pero una vez más, sabemos de antemano qué va a suceder, no hay espacio para la sorpresa. En cuanto a la historia en la que aparece Penélope Cruz, ella está muy bien en su papel, la verdad es que el chiste de la prostituta en un contexto social diferente, lo hemos visto miles de veces. Borat lleva una a prostituta a como acompañante a una cena en un pequeño pueblo americano y el mismo Woody Allen lo hace en la excelente Deconstruyendo a Harry (1997), cuando recoge a una prostituta para que le acompañe a recoger un premio que su universidad le va a otorgar.
La película a medida que avanza va a peor, se vuelve más insoportable y se salvan algunos momentos y algunas miradas hermosas que se posan en la ciudad al atardecer: pero es Roma.
Y no puedo más que coincidir con el crítico Rex Reed del New Yorker Observer que apunta: "Toda la película da la sensación (y sin mencionar los diálogos tramposos) de una idea que anotase en el reverso de un menú de la Piazza Navona antes de echarse una siesta, y que luego rodó antes de que el guión estuviese bien afinado". Es la misma idea que me vino con Vicky Cristina Barcelona, me lo imaginaba entre vinos, restaurantes y tapas, anotando en las servilletas ingeniosas ideas. Lo mismo pasa con esta, sin duda.
Para cerrar, dejo la crítica de Reed, que empieza y termina de esta forma, la cual resumo en un par de líneas: "Grandes talentos... merecen un día de descanso... Es el momento de empacar las Vuitton y volver a casa, Woody. Tus inspiración es escasa y has tenido un mal día".