Katherine visita este museo y por momentos pareciera mimetizarse como una pieza más del museo.
Pero, saltando, los logros cinematógraficos de esta sobria y magnífica película, quiero comentaros acerca del efecto resorte que hizo en mí. No dejé de pensar en aquellas esculturas magníficas que allí aparecían, y un año y medio después, estaba allí, en Nápoles, transitando por los mismo paisajes y lugares de la Bergman, y claro, sin un ápice de su glamour, pero sí con menos ensimismación que su personaje.
Os dejo el fragmento de la peli al que me refiero anteriormente (en inglés):
Ya solo con este museo, el viaje merece la pena, y si a ello le sumamos las joyas de Pompeya y Herculano, no habría más que agregar a la motivación. La ciudad es caótica, sucia, pero a su vez llena de encanto y magia.
Les dejo algunas fotos, entre las que se encuentran ese grupo escultórico magnífico, atribuido al griego Apolonio de Tralles (S. II o I a.C.), y que representa al mito de Dirce, y que hoy se le conoce, más popularmente como El Toro de Farnesio. Una pieza colosal y magnífica en su conjunto.
Detalle de la escultura.
Aparte de la singular escultura de un Hércules meditabundo y cansado, también se encuentra esta impresionante Artemisa de Éfeso (S. II), la cual estuvo por mucho tiempo, prácticamente escondida por el poder cristiano, debido a sus referencias paganas.
Artemisa de Éfeso.
Allí también se encuentran gran parte de los frescos de Pompeya y Herculano, siendo quizá este par los más populares, pero hay muchos más de igual belleza y delicados trazos.
Terentius Neus y su bella esposa.
La gran poeta de la isla de Lesbos, Safo, según el espíritu pomepeyano.
Sin duda, pocas ciudades albergan tamaña herencia cultural, en donde ese viaggio a Napoli se torna en una verdadera ventana al pasado y su esplendor.